Buenos Aires, Una mirada filosófica
La mujer camina por su ciudad con la sola compañía de su biblioteca. Escarba con las uñas en las paredes, los adoquines y el asfalto. Aparecen los vestigios, las viejas escrituras, los ocultos materiales. Escudriña detrás de los afeites de los hombres y las mujeres con quienes se cruza: caen máscaras.
Al tiempo, como fantasmas surgen rostros de daguerrotipos, retratos al óleo, dibujos a mano alzada, y otros que nadie ofreció a la equívoca eternidad del arte. Lo diariamente visto y reconocido empieza a hablar de otras maneras. Se ha roto el conjuro del presente.
La ciudad se transforma en un escenario múltiple: superpoblada repentinamente por vivos y por muertos, todos hablando a la vez, todos a la vez cantando, escribiendo, actuando, ejerciendo sus dispares oficios. Es necesario ordenar el bullicio y las imágenes. Pero antes hay que dejarse atravesar por ellos, seguir caminando. Impulsada por una curiosidad tenaz, la mujer se sumerge. Luego vuelve a su casa de San Telmo y se sienta a escribir en su cuarto con un balcón francés sobre la calle Tacuari.
La mujer se llama Esther Diaz. El libro que escribe, Buenos Aires. Una mirada filosófica.
Mónica Urrestarazu