Sensatez y sentimiento
Elinor y Marianne Dashwood son dos hermanas que viven en la campiña británica de comienzos del siglo XIX. Pertenecen a una clase aristocrática ya empobrecida y deben lidiar permanentemente con las tensiones que esto genera en su familia y entorno. Están entrando en edad de contraer matrimonio y eso, lejos de ser motivo de regocijo, las inserta en una trama de intrigas domésticas, acuerdos secretos y decepciones.
Las dos hermanas le sirven a la autora para hablar sobre dos fuerzas que se encontraban en tensión en la época que le tocó vivir, dos fuerzas que, si bien dividían la moral de toda la sociedad del período histórico inglés que hoy llamamos Georgeana, impactaban particularmente sobre las mujeres. Una de esas fuerzas, representada por Elinor, invitaba a los miembros de las clases acomodadas a comportarse con recato, a contener las emociones y privilegiar siempre las buenas formas y la razón. Esa sensatez, que ocupa la mitad del título del libro, entra en conflicto permanente con la otra fuerza que, en esos tiempos, ingresaba con una potencia arrolladora y vitalista al mundo cultural europeo. Marianne representa, entonces, a las pasiones desbocadas y sin medida a las que invita el Romanticismo, el deseo de sentir todo sin tapujos, represiones ni miramientos.
Sensatez y sentimientos pasó a la historia como una de las mejores novelas del siglo XIX el siglo de oro del género, nada menos porque, por un lado, logra representar a su época fielmente, sin piedades y con una sutil y crítica ironia; pero también se ha erigido en uno de los textos clásicos de la historia de la literatura porque trabaja, en clave simbólica, sobre los grandes universales humanos. De ahí su convocante y poderosa voz, que hasta hoy parece hablarnos a los lectores, directamente, sobre nosotros mismos.